lunes, 27 de octubre de 2014

El ARPA BIRMANA. Michio Takeyama.





 

Birmania, Julio de 1945. Mientras la guerra agoniza y las tropas japonesas se baten en retirada, un pequeño destacamento japonés trata de alcanzar la frontera con Tailandia. La unidad, mandada por el capitán Inoyue se encuentra en lamentables condiciones, pero los hombres mantienen el espíritu gracias a los cantos que Inouye les ha enseñado y al virtuosismo con el que toca el arpa birmana uno de sus hombres, el cabo Mizushima, quien posee una gran destreza con ese instrumento. Pocos días más tarde la compañía de Inouye es rodeada por tropas británicas y los japoneses optan por deponer las armas al ser informados de que Japón ha presentado la rendición ante los aliados. Mizushima y sus compañeros son enviados a un campo de prisioneros británico, donde se enteran de que un grupo de soldados japoneses aun resiste en una colina cercana, negándose a aceptar la rendición. Mizushima es enviado como  mediador para convencer a sus compatriotas de que depongan las armas, pero fracasa en su misión y está a punto de morir por el bombardeo británico. Tras salvar la vida de milagro, Mizushima vivirá una serie de peripecias, y tras hacerse con un atuendo de monje budista, hará todo lo posible por dar sepultura a los cuerpos de sus compatriotas caidos en combate.


La historia en el fondo no es más que un ameno discurrir de las aventuras de los animosos soldados y su idolatrado Mizushima. Pero lo sorprendente es el mensaje vitalista de la obra: el hombre es capaz de sobreponerse a cualquier circunstancia, por adversa que sea; pero debe siempre ofrecer lo mejor de sí mismo a los demás, entregarse a ellos y vivir en armonía con todo cuanto le rodea.
Este relato fue escrito durante la dura posguerra japonesa, donde el país en ruinas lamía las heridas de la dura derrota sufrida, y sin embargo, superando la censura que impedía hablar de la contienda, supo llegar hasta un pueblo que comprendía entonces más que nunca lo absurdo de sacrificar tantas vidas en aras de equivocados ideales.
Además de un hermoso canto antibelicista, las páginas son también una profunda reflexión sobre la pérdida de los valores tradicionales japoneses en las décadas anteriores a la guerra, que supuso el abandono de la concepción espiritual del hombre en favor de una concepción materialista, que mide al hombre no por lo que es, sino por lo que es capaz de hacer.


 


Michio Takeyama nace en Osaka en 1903. Pasa su infancia en Seúl, pero se traslada a Tokio para acudir, primero a una escuela prefectural de enseñanza media y, posteriormente a la Universidad de Tokio, donde se gradúa. En los años posteriores ejerce de profesor de alemán. Desde 1927 hasta 1930 viaja por Europa, y a su regreso consigue un empleo de profesor universitario, labor que abandonaría en 1951 para dedicarse a la creación literaria y a viajar por el extranjero. Sus primeros escritos, en los años 40, son traducciones de Nietzsche y de Goethe. Posteriormente publicaría ensayos y reflexiones de variada índole, así como libros de viajes por Japón, la Unión Soviética y Europa. Sin embargo es El arpa birmana la obra que lo haría universalmente conocido. Takeyama murió en 1984 en su casa de Zaimokuza a los ochenta y un años de edad.